domingo, 5 de agosto de 2018

Los rayos: ¿enemigos o amigos?


¿Qué es un rayo? Es una descarga eléctrica que se produce por la aglomeración de cargas eléctricas de distinto signo, entre una misma nube, una nube y otra nube, y la más peligrosa por sus daños: entre la nube y la superficie de la tierra. Esta última variante se produce cuando la carga positiva en la parte baja de la nube de tormenta, llamada Cumulonimbus, es atraída por la carga positiva de la tierra, provocándose una inmensa chispa, debido al paso masivo de millones de electrones a esta última.
Esta descarga puede desplazarse hasta una distancia de entre 13 a 30 kilómetros de la tormenta, provocar una temperatura de 28.000 °C (o ¡tres veces la temperatura de la superficie del Sol!) en el interior de un canal de 1 cm de diámetro por donde cruza la chispa, con un potencial eléctrico de más de 100 millones de voltios y una intensidad de 20.000 amperes. En el punto de llegada a la tierra, el rayo puede destruir, de acuerdo a su potencia y a las características del suelo, un radio de 20 metros.
Y ¿qué es el trueno? Es el ruido o sonido, la onda expansiva, que se produce, debido a que por el canal por donde cruza la chispa se crea un vacío, que es llenado abruptamente por el aire que lo rodea al terminarse ésta, ocasionándose entonces el peculiar ruido, que es replicado por el eco que ocasiona por el rebote de las ondas sonoras en objetos distantes.
Y, ¿cuáles pueden ser los efectos positivos de los rayos? Imagínense, que nada menos que si no hubiesen existido los rayos ¡no existiría tampoco la vida en nuestro planeta!….. Los rayos pudieron haber jugado un papel fundamental en la creación de la vida en la Tierra. El Premio Nobel de Química en 1934, Harold Urey, propuso que la tierra estaba formada inicialmente por amoniaco, hidrógeno, metano y vapor de agua. Uno de sus alumnos, Stanley Miller, en un experimento en 1950 creó un ambiente conformado sólo con los elementos mencionados, pero hizo pasar a través del mismo una chispa eléctrica para iluminarlo. De esa manera descubrió con asombro que, habiéndose previamente cerciorado de que ninguna estructura viva existía en el ambiente por él diseñado, encontró que, después de transcurrida una semana, se habían formado ¡aminoácidos!, los componentes de las proteínas y base de la vida. Recuérdense también los trabajos del científico soviético Académico Oparin.
Pero, además, ya en cualquiera de nuestros días, encontramos que al caer los rayos, éstos posibilitan que la tierra gane en compuestos nitrogenados, algo sin lo cual no existirían las plantas ni la agricultura. Y más aún, cuando se producen rayos, ellos generan Ozono, al pasar la chispa eléctrica por la atmósfera, el que al elevarse en la atmósfera, aunque sea en pequeñas cantidades, contribuye a engrosar el escudo protector de nuestro planeta, que es la capa de Ozono en la alta atmósfera.
Otro aspecto positivo, aunque menos tangible, es que se ha calculado que los rayos que se producen durante una tormenta podrían alimentar de energía a una gran ciudad entera durante mucho tiempo … si alguien encontrara la forma de almacenarla. Steve LeRoy, un inventor que se afirma que está pensando en un sistema que lo haga, dice que si se pudiera utilizar esa energía, se le daría electricidad a unas 30.000 viviendas durante un día completo con la energía de un solo rayo.
Así que aunque los rayos son nuestros enemigos, también son nuestros amigos, pues al menos han posibilitado la vida tal como la conocemos en nuestro planeta La Tierra, además de otros posibles efectos beneficiosos.

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