Por: Pedro Francke
El malestar
de dos sectores ha generado un ambiente de discusiones sobre los inmigrantes
venezolanos, un tono xenófobo ante un grupo quienes fueron migrantes o somos
hijos de inmigrantes sentimos removerse fibras emocionales profundas. Un primer
paso necesario, sin embargo, es analizar los efectos económicos que tiene esa
inmigración.
MIRADA SIMPLE: A MAS OFERTA, MENOS PRECIO
Un
análisis bastante simple pero no por eso desdeñable alude a la conocida ley de
la oferta y la demanda: a más oferta,
menos precio. En este caso, a más oferta de trabajo, los salarios e ingresos
del trabajo caen. Así de fácil. A quienes ese enfoque les parece
inadecuado, recuerden la famosa ley de la navaja de Ockham: la explicación más
simple es probablemente la correcta.
Obviamente,
esto es válido solamente si simultáneamente no aumenta la demanda de trabajo,
es decir, si en la industria y las empresas no se crean más puestos de trabajo.
En el hipotético caso que hubiera una industria dinámica en la creación de
puestos de trabajo, pues los venezolanos y los jóvenes podrían acomodarse en
esos lugares. Pero eso no es el caso en el Perú ahora, por más que el MEF y sus
soportes neoliberales se empeñen en decir que todo va bien porque hay buenos
vientos de la economía internacional que nos empujan hacia adelante. Los
últimos reportes tanto del INEI como del Ministerio de Trabajo indican que el
supuesto crecimiento acelerado del PBI no se ha expresado en mayor creación de
puestos de trabajo. En efecto, según el reporte del MINTRA, en julio de
este año hubo 0,3% menos empleos formales privados que un año atrás, mientras
que en la industria lleva cinco años seguidos de pérdidas y más pérdidas de
puestos de trabajo. Estas cifras que el Ministerio de Trabajo registra de las
empresas son concordantes con las que el INEI obtiene encuestando hogares,
fuente que encuentra que en empresas grandes en Lima hay 47 mil empleos menos
en el año, mientras que el número de trabajadores con seguro de Essalud ha
caído en 84 mil. El subempleo por horas, es decir la gente que trabaja menos de
30 horas porque no consigue que la contraten por más tiempo, ha aumentado en
100 mil personas más.
Los
mecanismos mediante los cuales una mayor oferta en relación a la escasa demanda
de trabajo termina trayéndose abajo los salarios los vemos a diario: una
empresa, principalmente pequeñas e informales para trabajos poco calificados
(como mozos de restaurantes o call-centers), prefieren contratar a un
venezolano que se ofrece a trabajar por un salario menor que el que recibe un
peruano. Se reemplaza así a un joven que gana poco por un venezolano que gana
todavía menos. Algunos empleadores sinvergüenzas incluso aprovechan para
recortarles el pago de vacaciones, gratificaciones u otros, confiados en que no
podrán hacerles reclamaciones legales puesto que en su enorme mayoría (80 por
ciento) los venezolanos no tienen el permiso legal para trabajar, es decir,
ellos mismos están fuera de la legalidad.
Un
caso un poco distinto es el de la venta ambulante. No hay allí más limitaciones
que la imaginación y fuerza del vendedor. Pero, por ejemplo, si se duplica el
número de vendedores ambulantes de golosinas, eso no lleva a que se duplique el
consumo de golosinas ni mucho menos. Lo que quiere decir que cada vendedor
ambulante, vende menos, y por lo tanto, gana menos (y seguramente afecta
también a las ventas de las bodeguitas y puestos). Esto explica el por qué en
determinados grupos y barrios la gente esté molesta con los venezolanos y se
queje porque le quitan la chamba: no solo es verdad, sino que está a la vista
de todo el mundo.
Algunos
han resaltado que los inmigrantes no son muchos, pero lo cierto es que los
venezolanos ya se acercan a los 400 mil, y a 5 mil diarios como estaban
entrando hasta la semana pasada, puede fácilmente proyectarse que a fines de
año superarían largamente el millón. Frente a una PEA urbana de 13 millones,
son ya un 3 por ciento que avanza hacia 6 por ciento. No es poco, considérese simplemente
que en condiciones normales cada año unos 250 mil jóvenes buscan empleo, es
decir, ya hay 1,5 venezolanos por cada joven incorporándose al mercado de
trabajo, y van en aumento.
Así,
la reducción de empleos y la presión de oferta de los migrantes venezolanos en
un mercado de trabajo desregulado e informalizado han llevado a que los
ingresos promedio en Lima han caído ligeramente (según cifras del INEI)
mientras los precios siguen subiendo, haciendo que los ingresos reales sufran
un golpe fuerte . Explicar esa caída sobre la base de más oferta y menos
demanda de trabajo, parece bastante sensato.
EFECTOS DIFERENCIADOS
No
todos los segmentos y grupos laborales se ven igualmente afectados. Los
docentes universitarios, como quien esto escribe, no nos vemos afectados para
nada. Por razones legales, un venezolano requiere antes de enseñar en una
universidad tener sus títulos revalidados, lo que no se hace de la noche a la
mañana. Además, dada la supervisión de Sunedu y otros, hay que cumplir todas
las formalidades laborales. Finalmente, en muchos aspectos, por más bueno que
sea como profesional, es mucho mejor enseñar haciendo referencia y poniendo
ejemplos de la realidad en la que se vive.
Algo
similar sucede con otras profesiones de diversas maneras. Para ejercer como
abogado, médico o ingeniero es fundamental tener título y estar colegiado. En
muchos otros rubros un profesional debe ir construyendo su clientela y sus
redes a lo largo del tiempo, como podría ser el caso de dentistas o contadores
independientes. A un chef venezolano no le sería tan fácil trabajar acá, ya que
los ingredientes y las comidas son otras y demora aprenderlas y manejarlas
bien.
En
las empresas más grandes, la barrera para que entren inmigrantes no solo es
legal, aunque muchas de ellas, como se ha documentado, tienen gente contratadas
informalmente y/o sin derechos, por diversos mecanismos como los services,
las tercerizaciones y los “contratos en negro”. Pero en una gran empresa es
importante también el conocer sus estructuras organizaciones, sus normas
internas, sus propios procedimientos y cultura interna, lo que no se logra de
la noche a la mañana: cuesta. El mercado de trabajo en empresas no es como el
mercado de papas: existen costos de selección y contratación y relaciones
construidas para un soporte mutuo que implican compromisos implícitos de
mediano y largo plazo, para lo cual venezolanos que solo tienen permisos
temporales y cuya propia vida está como en un intermedio indefinido tienen
dificultades.
Cabe
preguntarse cuánto, en las reacciones y polémicas en redes, no juegan no
solamente experiencias personales y familiares de inmigración, e ideologías,
sino también la ubicación personal en el mercado de trabajo y los efectos (o
no) de la inmigración venezolana. Porque vamos, siempre es fácil ser solidario
cuando el costo lo cubren otros y no uno.
LA MACRO Y EL LARGO PLAZO
Si
la oferta y la demanda de trabajo nos dan pistas para entender lo que pasa, una
mirada macroeconómica es necesaria. Y no muestra mejores perspectivas. Al
reducirse los salarios, como lo han hecho, la demanda cae, agravando la
recesión de la industria y frenando el motor del mercado interno que es
fundamental para el crecimiento. Además, los venezolanos gastan solo lo mínimo
en el Perú, preocupados como están para mandar dinero a sus familias. De tal
manera que este fenómeno inmigratorio está recortado la demanda interna.
Se
menciona que, según diversos estudios en países desarrollados, a mediano y
largo plazo la inmigración ayuda el crecimiento económico. Es, por cierto, un
tema en el cual no ha dejado de haber polémicas en la academia. Pero cabe hacer
algunas salvedades. La primera es la clásica de Keynes: en el largo plazo todos
estamos muertos, que se aplica sobre todo en un Perú donde el desempleo
juvenil, la pobreza y la anomia todavía son prevalecientes. La segunda, que
difícilmente puede pensarse que los estudios para Europa y Estados Unidos se
aplican al Perú ya que somos muy distintos¸: en aquellos países su población
original está en declive por lo que necesitan inmigrantes jóvenes en edad de
trabajar, y tienen sistemas laborales fuertes de tal manera que la entrada de
migrantes no reduce los estándares de trabajo. La tercera, que el tamaño y la
política importan, y los principales estudios se refieren a países que
controlan y limitan la inmigración desde mucho tiempo atrás. La verdad es que
los economistas sabemos muy poco sobre como una inmigración masiva puede
afectar a un país en desarrollo, y habría que recordar que el Perú todavía
tiene fracturas étnicas y culturales desatendidas en relación a nuestros
propios orígenes históricos.
La
discusión nacional frente a la inmigración venezolana se ha centrado mucho en
cuestiones éticas e ideológicas. Sin duda son elementos fundamentales a tener
en cuenta. Pero las consecuencias económicas y sociales no son nada
desdeñables, e incluso desde una perspectiva ética, no pueden dejar de
considerarse.
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